La mayoría de los países pobres están en las zonas calientes, entre los trópicos de cáncer y capricornio, mientras que los ricos están en zonas templadas.
Enfrentarse al calor, además de los problemas que trae, es caro. Estos países necesitan, por ejemplo, plantas de desalinización y conductos de irrigación para que el agua sea potable y sea trasladada, invertir más en servicios públicos y vacunas, para luchar contra las grandes poblaciones de insectos que transmiten enfermedades,etc.
¿Qué pasará cuándo se calienten más?
El Panel Intergubernamental sobre el cambio climático (IPCC) ha pronosticado que para la década de 2050, hasta 800 millones de personas en África (el 40% de la población) tendrá dificultades para acceder al agua. En América Latina se propagarán epidemias y en Asia, hasta 132 millones de personas es posible que se sumen a las que ya pasan hambre.
Reducir la contaminación es un asunto muy caro, y los países pobres no tienen la misma capacidad que los ricos para ello. Pocos países pobres se pueden permitir, por ejemplo, comprar absorbedores de alta energía o instalar turbinas de viento y paneles solares en los tejados.
En realidad, la mayoría de los países pobres no contaminan mucho, ya que gran parte de su población no tiene coche, no se pueden permitir comprar artículos de usar y tirar que crean toneladas de basura, etc. Mientras que los países ricos contaminan mucho.
Desde 2005 se ha puesto en marcha el “mercado de la contaminación”, que consiste en que un país que contamine por debajo de los limites fijados por el protocolo de Kioto pueda vender sus derechos de emisión a otros países que generen más contaminación, obteniendo un claro beneficio económico de ello. EEUU, el país que más contamina del mundo con un 25% del total de emisiones de gases y solo un 6% de la población mundial se opone a ratificar este acuerdo.
El resultado ha sido que corporaciones internacionales han trasladado sus actividades más contaminantes a los países pobres, con la intención de conseguir parte de los derechos de emisiones que reciben estos países. Además los países pobres están recibiendo toneladas de basura y productos tóxicos de los países desarrollados, que se amontonan muchas veces en sus costas. África y Asia reciben anualmente 50 millones de toneladas de residuos tóxicos anualmente, según un informe de la ONU.
Esto conlleva a la contaminación de los países pobres, que acabarán siendo un poco más pobres y más sucios.
Hay un instrumento que ayudaría a soportar esta tendencia contaminante de los países pobres, los créditos de carbono. Los países ricos pueden pagar a los países pobres para que hagan algo que reduzca los gases que provocan el efecto invernadero, logrando que los países pobres sean más ricos y su aire más limpio, plantando árboles en bosques que sirven como sumideros de CO2. Esto solo aborda parte del problema, ya que existe la duda de cuánto CO2 son capaces de absorber los árboles, además los árboles no pueden absorber otros gases como dióxido de azufre o mercurio, entre otros.
Los países pobres al ser más pobres y más sucios, tendrán más dificultades para encontrar agua limpia para sus necesidades y sus cosechas, la tierra cada vez será menos habitable y debido a su alta tasa de natalidad aumentará la población, bajo esta presión estallarán conflictos.
En este punto llegará el turno de los neocolonizadores, que podrán comprar enormes extensiones de tierra a bajo precio, y gracias a sus técnicas agrarias modernas harán rentable esa tierra que para los pequeños agricultores sin recursos no lo era. Se crearán megaexplotaciones que alimentarán a la población de los países desarrollados, mientras la población local es expulsada de sus tierras y pasará hambre. A día de hoy, ya se están comprando tierras agrícolas en algunos países.
También se comprarán grandes superficies de tierras para usarlas para la creación de energías renovables destinada a los países desarrollados. En la conferencia del cambio climático de la ONU del año 2009 en Copenhague, se dijo que el norte de África podría proporcionar a Europa toda la energía que necesita. Se calcula que para suministrar energía a todo el continente europeo bastaría con cubrir con paneles solares el 0’3% del desierto del Sahara, y que con un 1% se cubriría la demanda energética del mundo entero. Actualmente ya está llegando energía a Europa desde el norte de África, pero poca. Un consorcio de empresas europeas está construyendo una red submarina de transmisión de energía eléctrica, instalaciones fotovoltaicas, térmicas y parques eólicos en 16.835 Km. cuadrados del desierto del Sahara, toda la energía que se produzca será para Europa, por lo que el continente africano no verá nada.
Esto conllevará problemas para los países ricos en forma de guerras, inestabilidad política en los países pobres y sus vecinos que afectarán a sus intereses en estos países, se bloquearán rutas de comercio, la escasez de recursos producirá inflación…por lo que los países ricos deberían ver que tienen que ayudar a los países pobres a resolver sus problemas, porque afectará a sus propios intereses. Estas ayudas en vez de préstamos y cheques, que muchas veces desaparecen sin crear un beneficio para la población, deberá ser en forma de bienes y servicios útiles, como inversiones para reducir la contaminación y limpiarla, y energías renovables que les proporcionen energía para su desarrollo, ya que estos países no cuentan con los recursos para su fabricación e innovación en este terreno y es muy costoso. Además le proporcionarían independencia energética para su crecimiento económico.
Esta desigualdad cada vez mayor tendrá efectos dramáticos para el mundo. Por lo que esperemos que los países desarrollados sean capaces de verlo e invertir la situación, para que el mundo sea mejor para todos.
Fuentes:
“futuros imperfectos” de Daniel Altman
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