En su Teoría General John Maynard Keynes, el economista más influyente del siglo XX -hoy ignorado por la ortodoxia dominante-, expone en un capítulo los “antecedentes incompletos” de su teoría, si bien no en general,
partes de ella, como bien él mismo reconoce en las ideas de autores
mercantilistas (y otros no mercantilistas anteriores que él), quienes fueron
los primeros que se dieron cuenta de la relación entre la tasa de interés y la
cantidad de dinero para la suficiencia del aliciente para invertir con objeto
de encontrar una fórmula que permitiera a la curva de la eficiencia marginal
del capital ser elevada, así como el achacar
los males de la desocupación a la insuficiencia del otro elemento constitutivo
de la demanda efectiva, la pequeñez de la propensión a consumir, ignorado
por la economía clásica, y que es lo voy a tratar en esta entrada.
Es común leer y escuchar en estos días que en los países del
sur de Europa, “hay que desincentivar el
consumo en beneficio del ahorro”, que consumimos por encima de nuestras
posibilidades; esto es así, con la idea
de impulsar la inversión y con ello la ocupación; sin embargo, no se tienen
en cuenta las complejidades e interdependencias del mundo real que determinan
la formación de cada una de las variables, dándose por hecho que todo ahorro
irá a la inversión de bienes de capital, obviando
la preferencia por la liquidez, característica principal de la volatilidad de
los mercados financieros de hoy en día, puramente especulativos e
inestables, y que la economía clásica también ignora.
Como oposición a ello y como reflexión, creo que sirve bien
a tal propósito, -y así lo creyó Keynes al incluir un comentario sobre ello en
su obra-, el texto de la Fábula de las abejas de Bernard Mandeville “El
panal rumoroso o la redención de los bribones”, un poema alegórico en el cual
se manifiesta el espantoso apuro de una comunidad próspera, en la que a todos
los ciudadanos se les ocurre de repente abandonar la vida de lujo y al estado
reducir los armamentos, en interés del ahorro:
Ya es fraude la carestía
y al más altivo le
basta
la moderación que
gasta;
ya ni el más necio se fía
de la torpe algarabía
de corredores
traviesos.
¡Vayan a otra parte
esos
que <<por
mendrugos de pan>>
coches y caballos dan
y finca y otros
excesos!
¿A qué mantener
galeras
y compañías armadas
en regiones alejadas
y en hazañas
extranjeras?
¿Qué orgullos, qué
borracheras,
qué funestas
vanidades
buscan gloria en las
crueldades?
Solo es lícita la
guerra
cuando defiende la
tierra,
derechos o
libertades.
La altanera Chloe
Hoy tan solo se atavía
con un vestido por año.
¿Y cuál es el resultado?
¡Ay, pero en este concierto
del comercio y la honradez
el panal de antigua prez
se va quedando desierto!
Pues si el vicio a chorro abierto
despilfarraba millones,
alimentaba montones
que hoy se quedan sin oficio,
y echando menos el vicio
emigran a otras regiones.
¡La propiedad despreciada,
abandonadas las glebas,
la maravilla cual Tebas
con música edificada!
La más suntuosa morada,
lujo de sus moradores,
con carteles delatores
se ofrece al mejor postor.
sobran artista y pintor,
pedreros y constructores.
Mandeville concluye: “El
gran arte para hacer que una nación sea feliz y lo que llamamos floreciente,
consiste en dar a todos y cada uno la oportunidad de estar empleado; y para
obtenerlo, hágase que la primera preocupación del gobierno sea promover una
variedad tan grande de manufacturas, artes y oficios como la inteligencia
humana pueda inventar; y la segunda, estimular la agricultura y la pesca en
todas sus ramas, que se obligue a toda la tierra a esforzarse lo mismo que el
hombre. La grandeza y la felicidad de las naciones deben esperarse de esta
política y no de las frívolas regulaciones de la prodigalidad y la frugalidad;
porque déjese que el valor del oro y de la plata suba o baje, el bienestar de todas las sociedades
dependerá siempre de los frutos de la tierra, del trabajo y de la gente;
cosas ambas que, acopladas, son un tesoro más cierto, más inagotable y más real
que todo el oro del Brasil o la plata del Potosí.”
¿Se convertirá el sur
de Europa en el panal de las abejas de Mandeville donde la gente queda sin
oficio y emigra a otras regiones? En la colmena española, esto ya es un
hecho.
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Excelente entrada Esteban. No hay como volver a leer un blog para encontrar las maravillas que hay ocultas en él.
ResponderEliminarUn abrazo, @adriantsn