martes, 17 de febrero de 2015

Abulia económica entre paradojas y mitos.

Las principales implicaciones de la política económica imperante desde hace décadas en lo que se denomina el Consenso de Washington, toman una preocupación primordial sobre la estabilidad de precios y una profundamente arraigada creencia en las propiedades auto-estabilizadoras de los mercados desregulados. En este contexto, la estabilidad financiera es una preocupación secundaria y la política de empleo se equipara con promover unos mercados de trabajo más flexibles. Esta filosofía económica, escondida en las fuertes restricciones a las que son sometidos los modelos de la corriente neoclásica, y oscurecidos con sofisticadas ecuaciones matemáticas, ha contribuido a que la ceguera de la profesión de la economía provocase la edificación de los desequilibrios económicos que estallaron con la crisis.

Si nos centramos en el supuesto neoclásico referente al individualismo metodológico, la existencia de un agente representativo hiper-racional, éste supone la afirmación de que todo análisis debe comenzar en el nivel del individuo y que empresas libres sin interacción entre ellas generarán a través del mercado un óptimo de Pareto, es decir, que se asignaran los recursos escasos de la forma más eficiente posible para la sociedad. Por el contrario, los economistas heterodoxos que parten de un enfoque holístico, donde  el todo es un sistema más complejo que una simple suma de sus elementos constituyentes, se han fijado en la posibilidad de siete paradojas o falacias de composición, una de las nociones más importantes y más ignoradas de la macroeconomía, las cuales señalan ciertas contradicciones que ocurren de la pura agregación del agente representativo de la economía neoclásica y que han tenido una relevancia importante en la reciente recesión:

1. Paradoja del ahorro, mayores tasas de ahorro conducen a reducir la producción.
2. Paradoja de los costes, salarios reales más altos conducen a mayores tasas de beneficio.
3. Paradoja de los déficits públicos, los déficits del Gobierno aumentan los beneficios privados.
4. Paradoja de la deuda, esfuerzos de desapalancamiento podrían dar lugar a mayores niveles de apalancamiento.
5. Paradoja de la tranquilidad, la estabilidad es desestabilizadora.
6. Paradoja de liquidez, nuevas formas de crear liquidez terminan por transformar activos líquidos en ilíquidos.
7. Paradoja del riesgo, posibilidades de cobertura de riesgo individual conducen a mayor riesgo global.

La extrapolación de forma natural que habitualmente tendemos a hacer de nuestra situación individual al resto de la sociedad no se limita al caso de la economía, por poner un sencillo ejemplo cotidiano en otras esferas de nuestra vida, algunas personas pueden decidir salir rápidamente por las puertas de un cine abarrotado, mientras que no todo el mundo puede hacerlo si lo deciden todos a la vez.

La paradoja o falacia de composición más conocida es la “paradoja del ahorro” expuesta por primera vez por John Maynard Keynes: tratar de ahorrar más disminuyendo el consumo agregado no incrementa el ahorro. Normalmente se expone tomando el ahorro de los hogares como el equivalente a la acumulación indeseada de inventario por parte de los productores, acarreándoles no cubrir costes al no vender su producción, pero puede explicarse también con una cuestión que ha despertado una histeria general, el déficit acumulado a consecuencia de la crisis actual por los países más azotados por sus efectos. La sabiduría popular da por sentado que los déficits públicos son discrecionales, y que si el sector público se esforzase podría rebajar su déficit. Sin embargo, no son conscientes de los impactos que dicha reducción provocaría en los balances del sector privado y exterior, que son la otra cara de este déficit, y esto es así por una simple norma aplicable a la contabilidad macroeconómica de cualquier país:

Balance Privado Domestico + Balance Público Doméstico + Balance Exterior =0

La situación llevaría a menores superávits privados o exteriores y una caída de la demanda agregada que no disminuiría el déficit, al ponerse en marcha los estabilizadores automáticos: aumenta el gasto social y se derrumba la recaudación de impuestos. Es de señalar que quienes apoyan esta política de empobrecimiento tienen la confianza en que las exportaciones, algo que cae en su mayor parte fuera del control de las naciones por ser dependientes de muchos factores, impulsarán la competitividad vía precios y salarios relativos. La miseria doméstica nos haría competir en el exterior, sin embargo esto es impreciso, puesto que este tipo de estrategia acarrea consecuencias en el extranjero, incluida la posición sobre los tipos de cambio en terceros países y la disminución de la demanda agregada global, se vuelve a recordar aquí que el superávit de alguien es el déficit de algún otro.

Las primeras tres paradojas están muy relacionadas y tienen su reflejo directo en las variables macroeconómicas “reales”, mientras que las otras cuatro surgen del funcionamiento de los mercados financieros. Como ya se ha puesto en claro la conexión de la primera con la tercera, voy a hacer un breve apunte sobre la segunda, “la paradoja de los costes”, expuesta por el economista polaco Michal Kalecki.  El consumo de los hogares depende en gran medida de los ingresos, que proceden del gasto hecho por las empresas y sector público en salarios, de los beneficios, y de los intereses. Este gasto, a su vez, es llevado a cabo por las empresas en base a las expectativas de venta, que son los desembolsos por parte de los hogares, de los extranjeros, de otras empresas y del sector público. Si un empresario decide mejorar su balance reduciendo costes por medio del salario de los trabajadores, y le siguen en su estrategia el resto de empleadores,  lo que a nivel individual supondría una mejora, a nivel agregado lleva a un menor ingreso de los trabajadores en su función de consumidores, y por ello,  se reducen las ventas totales y por tanto los ingresos de las empresas, que ven sus balances mermados, debilitándose las expectativas de inversión para toda la economía, que se ven agravadas cuando la capacidad de producción está por debajo de su potencial ante las débiles expectativas de venta.

Las recetas económicas en los últimos seis años varían muy poco, seguimos escuchando que hace falta (aún más) flexibilidad laboral y disciplina fiscal, y que con ello conseguiremos ser “competitivos” en el exterior, la mágica salida a todos nuestros males y que nos hace dependientes totalmente de factores externos que no podemos controlar, aunque para llegar a ello deban empobrecer antes a los ciudadanos deprimiendo aún más la economía por la incomprensión de la macroeconomía, sosteniendo las falacias de composición aquí comentadas. Pero, ¿qué es lo que determina entonces los ingresos a nivel agregado? Todo gasto tiene que ser recibido por alguien en forma de ingreso, sin embargo la sociedad no puede decidir aumentar sus ingresos a no ser que incurra antes en gastos, es ese flujo por el cual la causalidad es a la inversa de lo que ocurre a nivel individual, y ésta es una cuestión vital para entender la dinámica económica y aumentar en último término el stock de bienes y servicios producidos, el crecimiento. En definitiva, es la demanda agregada la que nos marca el camino, en oposición a los modelos neoclásicos de la corriente económica que se enseña en universidades y asesora a nuestros políticos ¿hasta qué punto ser permitirá que continúa en su obstinación el stablishment político-económico?

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1 comentario:

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