sábado, 4 de enero de 2014

Sesgos, racionalidad y teoría económica: ¿somos coherentes con nuestras elecciones?


Los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky en su conocido trabajo “Prospect Theory: An Analysis of Decision under Risk” elaboraron una teoría conocida como teoría de las perspectivas, en donde mostraban la invalidez de algunos de los axiomas de la teoría de la utilidad del matemático John von Neumann que hoy sigue enseñándose sin ninguna variación en las facultades de economía de todo el mundo, y cuyos experimentos demostraron que no somos tan racionales como creemos a la hora de tomar decisiones. A lo largo de su prolífica labor investigadora, reconocida con el premio Nobel de Economía en el año 2002 entregado a Daniel Kahneman y que hubiese compartido su compañero de investigación de no haber fallecido en el año 1996, encontraron multitud de sesgos en nuestro comportamiento y nuestras elecciones.

Estos autores junto con los desarrollos posteriores de otros expertos investigadores han hecho grandes avances en el conocimiento de cómo los seres humanos pensamos y tomamos decisiones, expuestos por Daniel Kahneman en su último libro publicado “Pensar rápido, pensar despacio”, algunos de los cuales voy a describir a continuación: Todos los individuos tenemos dos sistemas mentales diferenciados; el sistema 1, que actúa automáticamente y es experto en encontrar una serie causal coherente que vincule los fragmentos de conocimiento de que uno dispone; tendiendo a lo que ha denominado el matemático y filósofo Nassim Taleb “falacia narrativa”; obviando evidentemente lo que uno no sabe, construyendo nuestras opiniones de forma convincente y sencilla del mundo, habitualmente de modo lineal, y que explican una variada lista de sesgos que contribuyen a producir una facilidad cognitiva en los individuos. Ello induce a una familiaridad con ciertas falsedades por métodos como la repetición frecuente, que la hace difícilmente distinguible de la verdad conduciendo a la admisión de estas historias por parte de los individuos, motivando una confianza excesiva que viene determinada por la coherencia de la historia que uno ha construido, no por la calidad y la cantidad de la información en que se sustenta. Paradójicamente, es más fácil construir una historia coherente cuando nuestro conocimiento es más escaso, cuando las piezas del rompecabezas no pasan de unas pocas, usando a menudo la sustitución de preguntas difíciles por otras relacionadas más fáciles, lo que en psicología se conoce con la definición técnica de heurística, y que lleva a que normalmente no nos quedemos sin saber que decir, y además, no notemos que no hemos respondido a la pregunta que nos han hecho, provocando la ilusión de entender algo y que descansa sobre un fundamento seguro, nuestra capacidad casi ilimitada para ignorar nuestra ignorancia.
Por su parte, el sistema 2 se halla normalmente en un confortable modo de mínimo esfuerzo, es perezoso y funciona peor en situaciones de agotamiento o si se encuentra ocupado en otras tareas que captan su atención, por lo cual las intuiciones, sensaciones o impresiones se tornan apenas sin oposición en creencias. Un intento deliberado de confirmar evidencias, conocido como estrategia de contrastación positiva, es también la manera en que el sistema 2 contrasta una hipótesis, contraria al método científico propuesto por los filósofos de la ciencia como Karl Popper, que son conscientes de la asimetría existente entre verdad y falsedad que aconsejan contrastar hipótesis intentando refutarlas, algo que en continuas ocasiones pasan por alto incluso experimentados investigadores, debido en ocasiones (no entra aquí el conflicto de intereses) a la dificultad que presenta entender los sucesos de nuestro complejo mundo,  por lo cual la gente tiende a buscar datos que puedan ser compatibles con las creencias que actualmente tienen.
Además de esta multitud de sesgos reconocidos en diferentes experimentos, llaman la atención sobre otros referentes a las elecciones que hacen los individuos. Primero, los autores se dieron cuenta de que había una asimetría entre las ganancias y las pérdidas, una mala noticia de la misma magnitud que una buena suponía en el individuo un efecto mayor, existía una aversión a las pérdidas. Segundo, cuestionando la teoría de la utilidad a través de las deficiencias de las curvas de indiferencia, los autores reconocieron un error que consiste en la ausencia de puntos de referencia, el cual ejerce una gran influencia en las elecciones. Tercero, se dieron cuenta de que dos proposiciones idénticas daban lugar a diferentes respuestas dependiendo del marco emocional en el cual se encuadraban, y por último, se fijaron en cómo los recuerdos y las experiencias vividas tienen un fuerte valor emocional a la hora de tomar una elección.

Dadas estas desviaciones sobre la teoría de la elección racional de los individuos, imaginemos a un individuo a la hora de valorar los impuestos que paga, y que toma como punto de referencia su sueldo bruto (el ejemplo es mío, no viene en el libro). La aversión a la pérdida que le supone la disminución de sus ingresos después de impuestos se verá agravada por el marco emocional, puesto que no tiene el mismo efecto presentar la recaudación impositiva del Estado como un coste que debemos asumir para los beneficios que disfrutamos en forma de seguridad social y servicios públicos, que tomados como pérdida, enfoque este conocido y explotado por ciertos manipuladores de opinión conscientes de la importancia del marco para influir en las decisiones, quienes también usan otras palabras para conseguir el mismo efecto como coacción u opresión. Además, el marco más ancho en el que se encuadran las ganancias para la sociedad las hace más abstractas en la mente del individuo cuando la asocia a la idea de lo que podría hacer con la parte de sus ingresos que deja de recibir, y que suponen experiencias vividas como un viaje que ocupa un recuerdo muy satisfactorio en su mente y le provoca una emoción placentera. Introduzcamos en este punto la “cascada de disponibilidad” que es el nombre dado por Timur Kuran y Cass Sunstein en  su trabajo “Availability Cascades and Risk Regulation” para el mecanismo por el cual los sesgos afluyen a la política y se alimentan a base de repeticiones en los medios y sencillas historias coherentes; todo ello en conjunto hará que nuestras creencias fluyan y se reafirmen en nosotros, contribuyendo a la necesidad de un mayor esfuerzo del sistema 2 para resistirse a seguir las creencias e intuiciones del sistema 1 que no se han reflexionado lo suficiente o nada, lo que provoca en numerosas ocasiones que los individuos vayan contra sus propios intereses al contrario de lo que supondría una elección racional.

 ¿Qué implicaciones tienen tales cuestiones? En definitiva, somos menos racionales de lo que nos presenta la teoría económica convencional, más manipulables de lo que percibimos, más ignorantes de lo que pensamos y dueños de nuestras elecciones en menor medida de lo que confiamos, y por extensión, menos libres de lo que algunos nos quieren hacer creer y, efectivamente, creemos.


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2 comentarios:

  1. La neurociencia está demostrando que no somos tan racionales y nos guiamos por otros factores, menos racionales y más emocionales, para la toma de decisiones. Bueno, tomar decisiones como comprar algo, gustarte esto y no aquello o seguir a un líder.

    Muy buena entrada.

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  2. Gracias Victor, muchas disciplinas están ahondando en ello, hace falta más conversación interdisciplinar. Gracias por tu comentario, un saludo.

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