Decía Galbraith en su gran libro “la sociedad opulenta” que
en todas las épocas existen unas ideas que gozan ampliamente de aceptación
sobre cuestiones sociales, y afirmaba que “El enemigo de la sabiduría convencional
no son las ideas, sino la marcha de los acontecimientos”, esto es algo que
puede corroborarse viendo el largo proceso de aceptación que tuvo que pasar la
teoría de Adam Smith hasta su acogimiento, así como la desconfianza
contra sindicatos, seguros sociales y legislación social durante el s.XIX
y, como ocurrió tras la Gran Depresión, con las propuestas de Keynes sobre
la imprudencia de mantener un presupuesto equilibrado en tiempos de crisis, algo de lo que dudo que se pueda aplicar a la situación actual.
Durante la Gran Depresión, con recursos humanos y
materiales desocupados en masa, la caída de la inversión y del consumo público
y privado, un presupuesto equilibrado equivalía a mayores tipos impositivos y a
una reducción del gasto público. Sobre esta situación señalaba Galbraith en 1958
“Contemplado retrospectivamente, sería difícil imaginar un proyecto mejor para
reducir la demanda de bienes, tanto privada como pública, agravar la deflación,
incrementar el paro y contribuir al sufrimiento general. El presidente Hoover
lo llamó, a comienzos de 1930 una <<necesidad absoluta>>,
<<el factor más esencial para la recuperación económica>>,
<<el inmediato e imperativo paso>>, <<indispensable>>,
<<la primera necesidad de la nación>> y <<el fundamento de
toda estabilidad financiera pública y privada>>. Los economistas y los
observadores profesionales de los problemas públicos estuvieron de acuerdo en
esto, casi sin excepción”. Galbraith culpa de
la insistencia en estas medidas destinadas a empeorar las cosas a la sabiduría
convencional, pues tanto liberales como conservadores estaban de acuerdo en estos
principios generales, incluso Franklin D. Roosvelt, el hombre que pasó a la
historia por llevar a cabo lo que se conoce como “New Deal”, que reformó y
dinamizó la economía estadounidense, fue elegido en 1932 por haberse sometido
al abrumador compromiso de reducir los gastos y obtener un presupuesto
equilibrado, creencias que no pudieron sobrevivir al completo colapso.
Ahora bien, ¿qué ha pasado con la principal enseñanza que nos
dejaron los dramáticos años de la Gran depresión que comenzó en 1929? Los
éxitos de la revolución keynesiana han sido apartados de la “sabiduría
convencional” actual, todo parece indicar que deliberadamente, por los altos
estamentos que ostentan el poder y que vuelven a predicar e insistir de forma
casi religiosa, la necesidad de un presupuesto
equilibrado para enfrentarse a una situación con unos síntomas similares a los
de entonces, con la inestimable colaboración de quienes Hyman Minsky denominó en un ensayo titulado "ética y capitalismo" como economistas
racionales egoístas, o, como analiza Eric Hobsbawm en su obra “sobre la
historia”, por partidismo.
Se preguntarán ¿qué ganan las élites empresariales,
financieras y políticas llevando a la miseria a sus países? Vamos a analizar
brevemente y sin entrar en detalles, qué es lo que
está ocurriendo.
Antes de la crisis, la deuda tapaba no solo la debilidad de
la economía española con un modelo de crecimiento insostenible en el tiempo, sino
también la creciente desigualdad social que se escondía tras una riqueza
artificial que, una vez se cortó el grifo del crédito procedente del exterior,
quedó al descubierto de forma dramática.
Por otro lado, el oligopolio existente en la mayor parte de los sectores estratégicos
ya era una realidad antes de que estallase la actual crisis, como por ejemplo
en el sector energético. La crisis actual está ayudando a la implantación de oligopolios en otros sectores que estaban algo dispersos, eliminando la
competencia que había logrado sobrevivir a un entorno cada vez más dificil debido a la mala posición en la que se encuentran las PYMES ante la competencia global. El cierre de cientos de miles de empresas
ilíquidas (que no insolventes) por falta de financiación no solo ha ayudado y ayuda a las
grandes empresas a eliminar a sus competidores y con ello aumentar su control del
mercado, sino que con el enorme aumento del desempleo al que hemos asistido
desde 2008, presionan para que se eliminen todo tipo de derechos laborales de los trabajadores. Si
ya el trabajador tenía poca voz con la liberalización del capital que dió a las
empresas el argumento de la deslocalización de sus actividades para
chantajearles en sus legítimas demandas gracias a la existencia de un mercado
global con distintas reglas de juego para los participantes en los terrenos de fiscalidad, legislación laboral y ambiental, principalmente, la nueva reforma
laboral les ha quitado la voz que les quedaba, lo que ha sido un gran golpe a los sindicatos, más allá de la vaga función de defensa del trabajador que han demostrado hasta hoy por su dependencia y complicidad con el gobierno, motivo por el que necesiten una urgente reforma.
El caso más sangrante para muchos ciudadanos es el del
sector bancario, que ocupa un papel central en nuestra crisis. El mercado
bancario español era mayoritariamente controlado por las cajas, gestionadas por
políticos y sindicatos, que se encargaron de alimentar la burbuja inmobiliaria
haciendo de intermediarios yendo a buscar el crédito a los mercados financieros
internacionales para dárselo a familias y empresas. El FROB en su programa de reestructuración y capitalización de las cajas ha impulsado la concentración del sector, pasando de 45 cajas en 2009, a las 11 que quedan actualmente. Hubo muchos que se
enriquecieron mientras formaban un agujero enorme en las cuentas de sus
entidades, lo paradójico es que haya quienes sigan haciéndolo cuando las
entidades son “rescatadas” por el gobierno debido a su pésima gestión y siendo
galardonados por ello con incrementos en sus bonificaciones o con
indemnizaciones multimillonarias. Si el destino de este dinero público, que es
de todos los ciudadanos, ya es inaceptable, lo es más ver como estas mismas
entidades que reciben dinero público dejan sin techo a multitud de familias, la
mayoría de las cuales han dejado de pagar la hipoteca al ser despedidos y
carecer de ingresos. ¿qué clase de sociedad permite rescatar bancos y dejar
desprotegidas a las personas? Pese a la enorme inyección de capital público en estas entidades, las restricciones de acceso al crédito continuan. El último invento del gobierno, el banco malo o SAREB, cuya gestión de activos permite a las cajas desprenderse de su stock de viviendas a un precio superior al del mercado, parece ser más que una solución, una trampa para que el gobierno español no se apunte en sus cuentas la nueva inyección de capital, que pasaría a engordar el déficit.
En cuanto a los efectos en el presupuesto estatal, la caída
del consumo privado motivada por el elevado desempleo, la escasa inversión y la
incertidumbre en que nos encontramos lleva a una caída de los ingresos del
Estado, agravada por la subida de impuestos a las clases medias y bajas cuya
renta procede mayormente del trabajo y están ligados al territorio, lo que
disminuye aún más su capacidad de consumo. El déficit sigue adelante y la deuda
engordando. Mientras tanto las enormes cantidades de dinero evadido por ricos y
grandes empresas sigue “oculto” en paraísos fiscales, estos ingresos que deja
de percibir el Estado atacan la sostenibilidad de nuestro Estado de Bienestar,
además de no contribuir a la financiación de tales gastos en los servicios
públicos, nos perjudican a todos de dos formas, por un lado ingentes cantidades
de este dinero se dedican a pagar a lobbies que intermedien entre ellos y el
gobierno para todo tipo de medidas que les beneficien, incluida la
privatización de servicios como la educación y la sanidad que les aportarían
jugosos beneficios, y por el otro, especulando con nuestra deuda en busca de
una elevada rentabilidad jugando con la prima de riesgo, que es un indicador de
nuestra solvencia.
Por último, una pequeña mención a la balanza
comercial, ya que en los últimos días nos han colado como un éxito de las
medidas llevadas a cabo por el gobierno en este último año que la balanza
comercial de nuestro país se haya equilibrado, algo que es cierto, pero falta
señalar que ha sido principalmente por la caída de las importaciones, al caer
el consumo privado.
¿Por qué permiten los políticos tales medidas beneficiosas
para unos pocos y destructivas para el resto? Parece ser que la puerta
giratoria existente entre sector público y sector privado, con multitud de expolíticos
que pasan a engrosar las plantillas de directivos de grandes empresas, como
podemos ver en los consejos de las empresas del IBEX, supone para ellos un
mayor incentivo que una buena gestión en el gobierno. Y todo esto sin hablar de
la corrupción generalizada y las redes clientelares dentro de la casta política a nivel nacional,
regional y local, tema que daría para varios libros.
A pesar de la complejidad y la dificultad para abordar las relaciones
económicas y sociales, a través de un análisis superficial, sin necesidad de tecnicismos,
sobre los efectos producidos en los cimientos y la sostenibilidad del Estado de
Bienestar por la vía de la austeridad, las reformas que en nombre de la
competitividad se han hecho, y los habituales casos de la simbiosis existente
entre políticos y grandes empresas, ¿podrán quienes ocupan posiciones de
poder esconderse y esquivar su responsabilidad aludiendo a la sabiduría
convencional que señalaba Galbraith? Quizás lo hagan a través de algún arreglo cuando la situación se haga insostenible, algo que parece no estar muy lejos, difícilmente podrían evitar responder por el daño causado a la sociedad ante la explosión de una revolución, pero sin duda, en cuanto a su responsabilidad histórica, los futuros
historiadores y científicos sociales que estudien el periodo actual retrospectivamente no le
darán un trato tan benévolo a los culpables de tanto sufrimiento innecesario como lo ha hecho Galbraith de los actores de la Gran Depresión.
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