domingo, 5 de agosto de 2012

Un gobierno maquiavélico


El Príncipe de Maquiavelo es un texto dedicado a Lorenzo de Médicis en el cual el autor, prestándose de sus conocimientos y experiencias, trata de articular una teoría susceptible de convertirse en una técnica con la que corregir u orientar el curso mismo de los acontecimientos históricos, en otras palabras, un manual práctico de cómo gobernar.

Antes de las elecciones del 20 de Noviembre, el ahora ministro de Educación, cultura y deportes José Ignacio Wert escribió un libro para la fundación FAES que ha sido editado hace escasos meses, en el que lanza un mensaje maquiavélico del que parece haber tomado buena nota el presidente Mariano Rajoy. Citando El Príncipe de Maquiavelo, apunta: “Es menester, pues, que el que adquiera un Estado ponga atención en los actos de rigor que le es preciso ejecutar, a ejercerlos todos de una sola vez e inmediatamente […]. Precisamente porque semejantes actos han de ejecutarse todos juntos porque ofenden menos […]; los beneficios en cambio han de hacerse poco a poco, a fin de que haya lugar para saborearlos mejor. Así, un príncipe debe, ante todas las cosas, conducirse con sus súbditos de modo que ninguna contingencia, buena o mala, le haga variar […]”

Atendiendo a tal simpatía hacia Maquiavelo, he sacado algunos extractos de esta obra con los que quizás podamos hacer una interpretación de la actuación del actual gobierno, se trata solamente de simples conjeturas, me reservo de hacer afirmaciones pues no me veo en tal condición.

“No puede –ni debe-, pues, un príncipe prudente mantenerse fiel a su palabra cuando tal fidelidad redunda en perjuicio propio y han desaparecido las razones que motivaron su promesa. […]. Un príncipe, además, siempre halla argumentos para justificar la violación de sus promesas, hecho acerca del cual puedo presentar infinitos ejemplos extraídos de los tiempos recientes mostrando cuantos tratados de paz han dejado de cumplirse por deslealtad del príncipe […]. Pero es necesario saber encubrir bien semejante naturaleza así como poseer habilidad para fingir y disimular: los hombres, en efecto, son tan simples y se someten hasta tal punto a las necesidades presentes que quien engaña hallará alguien que se deje engañar […] Así, puedes parecer clemente, fiel, humano, íntegro, devoto y serlo, pero tener el ánimo de tal manera predispuesto que si se hace necesario no serlo puedas y sepas adoptar la actitud contraria […]. Debe, por tanto, un príncipe tener gran cuidado de que nunca salga de su boca cosa alguna que no esté llena de las cinco cualidades mencionadas y de que parezca al escucharle, todo clemencia y buena fe, todo integridad y todo religión.
 
Este primer fragmento podemos verlo como una estrategia para unas hipotéticas elecciones y el incumplimiento de un programa electoral. ¿Deducís algo que por casualidad se parezca a la realidad? 
Sigamos con el siguiente texto, del que aconsejo cambiar algunos protagonistas si queremos leer entre líneas con un entendimiento apropiado. Aquí propondría sustituir soldados por empresas privadas, refiriéndome evidentemente a las que están en posición de influir en los asuntos públicos, o también podemos sustituirlo por clase adinerada, como creáis más oportuno.

“En efecto, los pueblos aman la paz y, por ello, a los príncipes moderados, mientras que los soldados desean príncipes belicosos, insolentes y crueles capaces de ejercitar estas cualidades en contra de los pueblos para cobrar doble sueldo y satisfacer su avaricia y su crueldad. […]. Conociendo la dificultad de conciliar ambas cosas, se inclinaban a dar satisfacción a los soldados sin importarles demasiado agraviar al pueblo. Esta decisión era necesaria porque no pudiendo soslayar los príncipes ser odiados por alguien deben esforzarse ante todo en no ser odiados por la mayoría, y cuando les sea imposible conseguir esto, deben ingeniárselas parra evitar ser odiado por el colectivo más poderoso. […]. Si entonces era más necesario satisfacer a los soldados que al pueblo era porque los soldados tenían más poder que el pueblo; ahora, por el contrario, es necesario a todos los príncipes satisfacer al pueblo más que a los soldados porque los primeros poseen más poder que los segundos.”

El final de este extracto bien querríamos todos los ciudadanos que fuese verdad. Tener elecciones cada  4 años es algo indispensable; pero como podemos comprobar, no es condición suficiente para la democracia. El tercer y último fragmento que he sacado, podemos resumirlo en que cambie todo para que nada cambie.

“Puesto que la materia lo exige no quiero dejar de recordar a aquellos príncipes que adquirieron un Estado mediante el apoyo explícito de sus ciudadanos y cómo deben examinar a fondo las razones que movieron a éstos a ayudarle y favorecerle. Si la causa no ha sido el afecto natural hacia él sino tan solo su descontento con la anterior situación únicamente con esfuerzo podrá conservarlos como amigos dada la imposibilidad de mantenerlos contentos. Y analizando con rigor las causas, merced a ejemplos extraídos de los hechos antiguos y modernos, se verá como resulta mucho más fácil ganarse la amistad de aquellos que se hallaban favorecidos por la situación anterior –y eran, por tanto, sus enemigos- que a aquellos otros cuyo descontento les condujo a hacerse amigos suyos y le ayudaron a apoderarse del Estado.”


Para terminar, podría repetir una crítica de Antonio Gramsci que ya invoqué en el aniversario de su fallecimiento (link), y que viene muy bien exponer de vez en cuando, sobre quienes permanecen indiferentes en situaciones como la que actualmente sufrimos;  pero, para seguir con Maquiavelo dejo unas palabras que cita en El Principe sobre el hecho de ser neutral: “Lo que se os dice de no intervenir en la guerra no puede ser más contrario a vuestros intereses: sin clemencia, sin dignidad, seréis el trofeo del vencedor”.

¿Vamos a permitirlo?

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