En un artículo
publicado en la web del World Economic Forum, Hans-Werner Sinn se planteaba
esta pregunta argumentando que la mayoría de las críticas vertidas hacia la
economía ortodoxa son motivo de ignorancia e incomprensión. Los defensores de la
Economía neoclásica parten de un enfoque metodológico inspirado en Milton
Friedman, una visión instrumentalista sobre la cual se construyen las teorías y
modelos económicos que hoy se enseñan en las universidades y sobre las cuales
descansan las recomendaciones en política económica, que no parecen encontrar
soluciones adecuadas a los problemas de la sociedad.
El instrumentalismo
metodológico consiste en usar ciertas condiciones o supuestos idealizados,
usándolos como puntos de referencia para el análisis de los fallos de mercado,
lo que se conoce como Tesis de la Irrelevancia de los Supuestos. Así pues, independientemente
del realismo de estos supuestos, éstos son un instrumento que sirve para
explicar la conducta del individuo en
base a las desviaciones sobre los puntos de referencia de los cuales se parte,
aseguran.
Las condiciones de referencia
están recogidas en el Primer Teorema Fundamental de la Economía del Bienestar
propuesto por Arrow y Debreu, que establece que cualquier equilibrio
competitivo o walrasiano, lleva a una situación de asignación de recursos
económicos que es eficiente de acuerdo al criterio de asignación de Pareto. Las
suposiciones implícitas son que los consumidores son racionales, los mercados
son completos, hay perfecta flexibilidad de precios y salarios, no hay
externalidades y la información es perfecta. El desarrollo de la economía
neoclásica ha llevado a relajar algunos de estos supuestos integrando la
información asimétrica y la competencia imperfecta, creando, en terminología de
Lakatos, un cinturón protector al paradigma neoclásico, dejando el núcleo
central de éste, tomado como irrefutable, intacto, basado en la existencia de
un equilibrio general y de individuos racionales. La racionalidad económica de
los individuos lleva implícita la visión de una sociedad atomística de entes
aislados que disponen de unas capacidades racionales que les permiten procesar
perfectamente toda la información obtenida del entorno, calculando el conjunto
de alternativas existentes y eligiendo la opción que maximiza su utilidad, la
cual viene dada por un conjunto de preferencias perfectamente ordenadas.
Es curioso como esta
racionalidad individual ha dado lugar al afrontar la evidencia empírica a
múltiples paradojas, como la paradoja del ahorro o la de los costes. Lo más
común es señalar que no ha ocurrido lo que en el modelo debido a distorsiones
ajenas al mercado, echando la culpa al intervencionismo del gobierno, pero en
este artículo Hans-Werner Sinn es la primera vez que leo apuntarse de una
manera tan forzada un tanto a la economía neoclásica sin aludir a la
información asimétrica o a la competencia imperfecta, que entran dentro de sus hipótesis,
aludiendo a que el verdadero objetivo del “homoeconomicus”
es hacer más fácil la distinción entre las fallas del mercado y fallas
mentales, tratando de detectar la irracionalidad colectiva. Sencillamente,
brillante, aunque seguidamente este economista alemán alude a las reglas de
juego como causantes de tal falla de los mercados, con argumentos derivados de
la corriente neoinstitucionalista, una distorsión exógena del equilibrio ajena a
los modelos neoclásicos que implícitamente suponen un laissez-faire de manual, y
que incorporan al cinturón protector de la economía neoclásica los costes de
transacción e información y las restricciones de los derechos de propiedad,
algo que dista de ser atribuido entonces como “irracionalidad colectiva”.
Existen escuelas de
pensamiento económico (postkeynesiana, institucionalista, neomarxista,
regulacionista, radical, etc.) que desarrollan una ciencia económica bajo otros
supuestos más realistas y menos restrictivos, en ocasiones con gran
complementariedad entre sus desarrollos, y que tienen como consecuencia unas
teorías y consideraciones políticas totalmente diferentes a las que se llega
inevitablemente desde los modelos neoclásicos. Algunas de tales consideraciones
son que un crecimiento de la demanda no coincide necesariamente con un aumento
de los precios; que el aumento del salario mínimo o del salario real no deriva
en el aumento del desempleo ni en el descenso de la tasa de beneficio de las
empresas; el descenso de los índices de ahorro no desencadena la caída de la
inversión, la ralentización del crecimiento o el incremento de las tasas de
interés; o que la flexibilidad de los precios no conduce necesariamente a la
economía hacia el equilibrio óptimo. Pero, entonces, ¿Por qué estas escuelas no se han impuesto en
el debate y la confrontación académica a la economía neoclásica? ¿Será que sus
desarrollos son inferiores? Solo ha habido una oportunidad de saberlo, en lo
que se llamó “La Controversia del Capital” en los años 70, y la economía
tradicional salió malparada, desde entonces se limita a ignorar el resto de
contribuciones y encerrarse en aumentar la complejidad matemática de sus
modelos. Ello es posible solo por decisión política, y es porque con sus
desarrollos estas escuelas “heterodoxas” se oponen a lo que se conoce como “El Consenso de Washington” guía para las políticas económicas
seguidas por los gobiernos, bancos centrales e instituciones económicas internacionales
que nos han llevado hasta esta situación y que es reafirmada por las
conclusiones a las que llega la economía neoclásica. Esto sí que es un
verdadero instrumentalismo y no el metodológico.
Los economistas somos muy
dados a contar historias y presentar analogías, como hace Hans-Werner Sinn para
rechazar las críticas a la economía neoclásica, dice: “los economistas son como los médicos, que tienen que saber como se ve un cuerpo sano antes de que puedan diagnosticar la enfermedad y
prescribir el tratamiento”. De ser así somos como los médicos anteriores al
s.XIX, que no reconocían el cuerpo humano en toda su complejidad y aplicaban
sangrías a toda dolencia, ¿aceptamos la pluralidad de desarrollos y avanzamos
en la ciencia o continuamos
desangrándonos?
Pinche aquí para obtener el texto en PDF
No hay comentarios:
Publicar un comentario