Un día como hoy, un 27 de abril de 1937 muere Antonio Gramsci, fundador del partido comunista Italiano que estuvo hasta sus últimos días encarcelado por el régimen de Mussolini.
El 11 de feberero de 1917 publica “La Città futura” (La Ciudad Futura), aquí os dejo un extracto de este texto que ha tenido gran relevancia y se puede aplicar a nuestros tiempos. Aunque las palabras de su autor se deben entender en el entorno de aquella época, describe muy bien el freno que supone la indiferencia de las personas para que el cambio se produzca, actuando como un contrapeso con el que deben cargar los que luchan por cambiar el rumbo, algo que a lo largo de la historia siempre ha pasado y también en la actualidad, obstaculiza y retrasa este acontecimiento, de especial importancia ya no solo por la situación en que nos dejó Zapatero, sino, los recortes anunciados por el gobierno de Mariano Rajoy y los que quedan por anunciar, que sufriremos todos los ciudadanos españoles de clase media y baja, de los que unos pocos privilegiados y poderosos sacarán partido, a costa de nuestro sufrimiento. Todo esto ocurre en gran medida gracias a los medios de comunicación que nos "idiotizan" y una formación destinada a que no pensemos por nosotros mismos, con el peligro que supone para el órden establecido que nos cuestionemos la estructura y actuación de lo que nos rodea.
"Odio a los indiferentes. Creo que vivir es tomar partido. Quien
verdaderamente vive no puede dejar de ser ciudadano ni de tomar
posición. La indiferencia es abulia, es parasitismo, es cobardía, no es
vida. Por eso, odio a los indiferentes. La indiferencia es el peso
muerto de la historia. Es la bola de plomo para el innovador y la
materia inerte en la cual frecuentemente se ahogan los entusiasmos más
esplendorosos.
La indiferencia actúa poderosamente en la historia. Actúa pasivamente,
pero actúa. Es la fatalidad, es aquello con lo que no se puede contar,
aquello que confunde los programas, que destruye los planes mejor
construidos. Es la materia bruta que se rebela contra la inteligencia y
la sofoca.
Lo que ocurre, el mal que se abate sobre todos, no se debe tanto a la
iniciativa de los pocos que actúan, como a la indiferencia de muchos. Lo
que ocurre no ocurre tanto porque algunos lo quieran, sino porque la
masa de los hombres abdica de su voluntad, deja de hacer, deja promulgar
leyes que después solo la revuelta hará anular, deja subir al poder
hombres que después sólo una sublevación podrá derrumbar.
Los destinos de una época son manipulados de acuerdo con visiones
restrictas, objetivos inmediatos, ambiciones y pasiones personales de
pequeños grupos activos, y la masa de hombres lo ignora, porque no se
preocupa. Por eso, odio a los indiferentes también por esto: porque me
fastidian sus lamentos de eternos inocentes. Pido cuentas a cada uno de
ellos; cómo han acometido la tarea que la vida les ha puesto y les pone
diariamente, que han hecho, y especialmente, que no han hecho, y me
siento en el derecho de ser inexorable y en la obligación de no
derrochar mi piedad, de no compartir con ellos mis lágrimas.
Vivo, soy militante. Siento ya en la consciencia de los de mi partido el
pulso de la actividad de la ciudad futura que los de mi partido están
construyendo. En ella, la cadena social no gravita sobre unos pocos;
nada de cuanto en ella sucede es por azar ni producto de la fatalidad,
sino obra inteligente de los ciudadanos. Nadie en ella está mirando
desde la ventana el sacrificio y la sangría de los pocos. Vivo, soy
militante. Por eso odio a quien no toma partido. ¡Odio a los
indiferentes!”.
Nos esperan tiempos dificiles, de una conflictividad social en auge en las calles, un aumento de las desigualdades que se harán patentes en el día a día, de avance de la miseria,...terminamos abril con manifestaciones y huelgas que serán continuadas durante el mes de mayo, desde aquí hago un llamamiento a los indiferentes a que tomen partido, como ciudadanos libres, de la situación en la que nos encontramos, en especial a la comunidad universitaria de la que formo parte y que hasta ahora destaca por su inacción y pasividad ante los acontecimientos, ha llegado nuestra hora.
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