sábado, 7 de septiembre de 2013

Reformas no estructurales y Competitividad de Portugal


El país necesita de un choque fiscal acompañado de un plano de (re)industrialización,  teniendo a los territorios como palanca del crecimiento y refuerzo de la competitividad. 

Por João Leitão. Publicado originariamente en el medio Online “Urbi et Orbi

La reducción de la calificación credicticia de Portugal ha venido afectando negativamente a la competitividad de Portugal, o sea, a su capacidad competitiva y entorno competitivo, en la medida en que la señalización externa de los mercados apunta en el sentido de que la economía portuguesa tendrá una capacidad bastante condicionada para cumplir, en términos futuros, los compromisos asumidos; es decir, en términos de los pagos de la deuda contraída tanto por vía del endeudamiento público como de los endeudamientos privados. Más allá de eso, minimiza las expectativas de retorno de los inversores extranjeros y nacionales, por nítida falta de confianza en la capacidad de recuperación autónoma de la economía portuguesa, en términos de regreso a los mercados internacionales, como mecanismo de financiación de la actividad económica nacional.

Los resultados obtenidos en un estudio desarrollado recientemente por el Gabinete de Estratégia e Estudos (GEE) del Ministerio da Economía e do Emprego de Portugal, teniendo por base los indicadores disponibles en el inicio del año 2013, destacan el mejor posicionamiento competitivo de Polonia, República Checa y de Eslovaquia, seguidos de Hungría, Portugal, España, Italia y, por último, Grecia. Entre estas ocho economías del sur y este europeo, Portugal solo es más competitiva que Grecia y puntúa al lado de Italia y España. Para su mejor orientación, considere ahora un ejercicio donde se comparasen las cuatro economías del este – Polonia, República Checa, Eslovaquia y Hungría  – con las cuatro economías del sur – Grecia, Italia, España y Portugal –. El objetivo es hacer frente a las fuerzas y debilidades competitivas de estas ocho economías, que se posicionan en el pelotón intermedio de la Unión Europea. La competitividad es analizada a través de 48 indicadores, agrupados siguiendo seis dimensiones de análisis: crecimiento; empleo; inversión; globalización; endeudamiento; y Europa 2020. Entre las seis dimensiones consideradas, la inversión y el endeudamiento son las dos en que Portugal puntúa peor, quedando en penúltimo lugar en ambas. La mejor puntuación es conseguida en la implementación de la estrategia Europa 2020.

Las reformas operadas por el actual elenco gobernativo están lejos de poder ser consideradas reformas estructurales. En la realidad operaron recortes en gastos fijos, a saber, remuneraciones de los colaboradores de organismos de la administración pública y se adoptó una política fiscal que no es amiga de la competitividad nacional, que resultó en el aplastamiento de la capacidad de adquisición y de inversión de los particulares y empresas. Luego la receta de austeridad fue elevada a un extremo que resultó en una situación de fatiga fiscal de los particulares y de estrés financiero del tejido empresarial, especialmente, micro, pequeñas y medianas empresas. Todo sumado condujo a la desintegración del tejido industrial nacional, en el aumento del desempleo, en especial, jóvenes con formación superior, y en la reducción drástica de la demanda interna. Con todo, el gasto público mantiene una trayectoria galopante, fruto de la incapacidad de control de los costes variables del mal llamado gasto público, basada en contratos, prestaciones de servicios, convenios y asesoramiento especializado.

La política y el régimen fiscal se revelaron nefastos para el refuerzo de la capacidad competitiva de las empresas portuguesas y extranjeras para operar en Portugal. A nivel interno, es urgente reducir el impuesto sobre el rendimiento de las personas colectivas (IRC) y también reducir el impuesto sobre el rendimiento de las personas singulares (IRS), en el sentido de crear una nueva dinámica de consumo interno y de atracción de inversión directa extranjera. A nivel europeo es fundamental (re)crear una política fiscal capaz de crear incentivos para la localización y deslocalización de inversión directa extranjera, con destino a las economías de la periferia europea, en mayores dificultades, es decir, Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España (PIIGS). Es impensable que la misma empresa soporte un 11% de IRC en Holanda y un 25% en Portugal, pues es extremadamente desigual la carga fiscal a la que se enfrentan los empresarios.
                            
Portugal es un país que tiene producciones competitivas, capital humano cualificado en determinados nichos y una estructura institucional preparada para aprovechar una verdadera economía del conocimiento, con todo, necesita de inversión y de una discriminación positiva por parte de las altas instancias de la UE que, a mi modo de ver, podría asentarse en un perdón parcial de la deuda, pero también en la posibilidad de adoptar un régimen de tasas de cambio flexibles donde la divisa patrón – El EURO – pudiese fluctuar de acuerdo con la evolución del indicador principal de crecimiento y de producción de riqueza nacional, o sea, la variación del Producto Interior Bruto (PIB) real. La idea básica es crear categorías de Euro (1, 2 y 3) donde las diferentes economías de la Unión Europea figuren de acuerdo con su desempeño macroeconómico anual.

¡Portugal y sus territorios tienen que actuar! Diseñar e implementar un plano estratégico de reindustrialización; mejorar el capital humano y los factores que influencian el clima de inversión de las empresas y la buena gobernanza; acelerar el proceso de transformación tecnológica y de cualificación de los recursos para poder dar el salto tecnológico hacia el grupo de países que generan tecnología; cualificar la mano de obra y desarrollar un esfuerzo de contención (sin más reducciones) de los costes salariales, dada la posición intermedia en relación a los costes laborales y la posición desfavorable en materia de capital humano, en el panorama europeo; estimular más y mejores empresarios que consigan aumentar significativamente la productividad de un número significativo de empresas; resolver rápidamente los problemas de estabilidad macroeconómica que afligen a la nación, es decir, reducir el déficit público, mejorar la eficiencia de los servicios públicos para poder reducir la carga fiscal (excesiva) y asegurar la estabilidad financiera a través de una regulación eficiente del sector financiero; eliminar la corrupción, aprovechando el encuadramiento europeo y nacional; mejorar sustancialmente el proceso de innovación, las infraestructuras de telecomunicaciones y las tecnologías de información y comunicación (TIC); y promover la sostenibilidad de la inversión directa extranjera, pues constituye una importante fuente de transferencia tecnológica, que es imprescindible para el progreso tecnológico.

João Leitão es profesor auxiliar de Universidade da Beira Interior (UBI), doctorado en Economía, con especialización en Pricing, Investigador integrado del Centro de Estudos de Gestão (CEG-IST), Universidade Técnica de Lisboa y miembro del Conselho Fiscal da Liga Portuguesa Contra o Cancro.

Traducción de Esteban Cruz Hidalgo

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