miércoles, 30 de noviembre de 2011

La ruleta rusa alemana, Europa en juego

La Gran Depresión fue una serie de crisis que rebotaron de un lado a otro del Atlántico, cada una de las cuales se alimentaba de las anteriores, empezando por la contracción de la economía alemana que se inicio en 1928, por su dependencia del crédito extranjero y el peso de las indemnizaciones por la 1º Guerra Mundial, el gran crac de Wall Street de 1929, la cadena de pánicos bancarios sufridos por Estados Unidos a partir de finales de 1930 y la desintegración de las finanzas europeas en el verano de 1931.
En la Gran depresión, el PIB de las principales economías cayó un 25%, una cuarta parte de la población activa perdió su empleo, el sector bancario se contrajo un 40% y en muchos países el sistema bancario se desplomó. Casi todos los deudores soberanos  incurrieron en impago, incluida Alemania, la tercera mayor economía mundial en aquella época. Desde entonces ninguna otra crisis económica se ha acercado siquiera a aquel cataclismo…hasta ahora.

La crisis económica comenzada en 2007 continúa, azotando en estos momentos especialmente a los países periféricos de la Unión Europea. Algunas de sus causas se atribuyen a la desregulación desenfrenada que empezó en la década de los ochenta, con Margaret Thatcher y Ronald Reagan al frente de Inglaterra y Estados Unidos respectivamente, y a la derogación de la Ley Glass- Steagall. Sucesivos escándalos como los de la Enron o la burbuja de las puntocom fueron solo un presagio de lo que acontecería con la crisis subprime y Wall Street en el 2007
la captura de las instituciones del Estado (reguladores, Congreso, Poder Ejecutivo) por parte de lobbies empresariales y financieros, llevó al premio Nobel de economía Joseph Stiglitz a decir que: “los banqueros primero utilizaron su dinero y su influencia política para comprar la desregulación, luego para obtener el salvamento masivo y, finalmente el statu quo para impedir una re-regulación eficaz”.

Alemania se benefició durante años de la política económica europea. Cuando peor le iba, la eclosión de sus exportaciones no se dirigió hacia Asia ni EE UU, sino hacia Europa. 
El euro ha sido una mina de oro para Alemania, el superávit comercial de Alemania con la eurozona creció de los 63,8 miles de millones de euros en 2002 a los 139,9 miles de millones en 2009. En 2010 el superávit total de Alemania ascendió a 117,6 miles de millones de euros. Esto significa que el superávit con los países de la eurozona financió el déficit con otros países, especialmente Rusia y China. Este proceso trajo consigo que los países más “débiles” en las economías del euro tuvieron que asumir una deuda exterior creciente.

La Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional exige que los países europeos con problemas, los denominados PIIGS (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia, España) pongan en marcha fuertes recortes en los salarios, los gastos sociales y las pensiones, reduzcan el empleo público y privaticen propiedad pública para pagar la deuda. Esto es una exigencia de una política de deflación que va a llevar a una menor demanda y producción, un aumento del paro, ingresos fiscales más bajos, más pobreza y una creciente desesperación en la población.

Se nos dijo que fue una crisis financiera y que por eso los gobiernos de ambos lados del Atlántico se concentraron en los bancos. Se nos aseguró además que rescatarlos con dinero público era algo temporal necesario para pasar el mal momento, hasta que el sector financiero se recuperara y resurgiera el crédito privado. Pero la lluvia de liquidez sobre la banca no ha servido, los bancos no prestan, se dedican a desendeudarse. Mientras el sector bancario tiene otra vez su rentabilidad y sus bonificaciones, el crédito no se ha recuperado, a pesar de que los tipos de interés a corto y largo plazo están en mínimos históricos.

En estas condiciones cuando la demanda privada es anémica, cuando ni siquiera hay crédito, solo el sector público puede dar un volantazo para evitar la agonía. Así lo hizo Japón en los noventa, y el mundo entero tras la quiebra de Lehman Brothers. Como explicó Richard Koo, economista jefe de un banco de inversión japonés en una entrevista "Esa reacción suele ser automática. Luego llega lo dificil, el momento del pánico. En 1997 Japón cometió un error fatal, se asustó del abultado déficit en un país envejecido, estancado, sobreendeudado. Entonces puso en marcha un duro plan de austeridad y subió los impuestos. ¿Les suena familiar?"

Si estas medidas no van paralelas a la creación de empleo, al impulso del crecimiento, a incentivar la innovación y el emprendimiento, la situación será muy complicada.
Dichas medidas deberían ir acompañadas de la  flexibilización del trabajo en empresas con dificultades, aplazamientos de las obligaciones, y eliminación de multas y recargos por retrasos en pagos.


Casi dos años después de la crisis europea, debería ser obvio que obligar a los países débiles para seguir recortando sus presupuestos sólo empeorará las cosas, provocará una recesión más profunda que hará más difícil para estos países crecer, aumentar los ingresos y pagar el montaje de sus deudas. La austeridad dará lugar a un bucle de retroalimentación vicioso en el que la recesión amplía el déficit presupuestario, la deuda pública crece y se alimenta la oposición popular a la austeridad y a la reforma.

Esto no puede continuar durante mucho más tiempo. La señora Merkel debe darse cuenta de que Alemania no es inmune al declive de Europa. 

Sin un cambio radical por parte de los lideres europeos y del BCE, organización independiente que tal vez pueda brindar un alivio inmediato como prestamista de última estancia, amortiguando la recesión a corto plazo, la moneda única podría romper en cualquier momento.
La zona euro no funciona, y a menos que la eurozona se mueva hacia una mayor integración económica, política y fiscal, sin duda dará lugar a rupturas
Cualquier sobresalto, desde el fracaso de un gran banco a la caída de un gobierno, subastas de bonos sin valor o una revolución social, podría provocar la desintegración de la Unión Europea, que bien podría romperse en pedazos diferentes, o en un gran bloque en el norte y una Europa del sur fragmentada.

Además, incumplimientos generalizados de las obligaciones de pago en la periferia eliminarían una gran parte de la riqueza de Alemania y comenzaría una cadena de quiebras bancarias que convertirían la recesión en depresión. Dada la importancia enorme de Europa en la economía mundial, la crisis amenaza a los países de todo el mundo.
 

Los líderes de la mayoría de los países de la zona euro parecen no haber comprendido las consecuencias del fracaso, hay mucho en juego. Es el momento de que los alemanes devuelvan a los europeos el favor que les hicieron cuando las cosas les iban mal, cuando disfrutaron de tipos bajos y de la flexibilidad que ahora ellos no conceden a sus socios.
Conforme más tiempo se deje pasar, más duro y más largo será el camino hacia la recuperación.
 


5 comentarios:

  1. Muy bueno, Alemania a lo suyo...como siempre a lo largo de la historia. Por cierto hoy hay noticias sobre lo que dices de que la eurozona puede romperse en cualquier momento, mira http://www.publico.es/dinero/409927/bruselas-avisa-de-que-el-euro-tiene-por-delante-diez-dias-criticos. Enhorabuena por el artículo Esteban

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  2. Muy interesante.De nuevo mi enhorabuena , sencillo y claro de entender.
    Saludos Esteban

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  3. Desde una dimensión financiera a Alemania se le ha dado mucho. Pero desde una dimensión tecnológica Alemania puso una de las raíces del crecimiento a partir de la II Guerra Mundial. Esa ciencia desarrollada en los años 30 y aplicada en todo occidente. A veces lo bueno lo olvidamos fácilmente.

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  4. Anónimo se te ve el plumero

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