En los últimos
años estamos siendo testigos de una agitación en la disciplina con la puesta en
marcha de todo tipo de actividades identificadas con la heterodoxia económica,
desde posgrados a asociaciones, conferencias y revistas, que buscan desconectar
la mente de la simulación social que representa la economía neoclásica, nuestro
“Matrix” particular. Sin embargo, la
iniciativa en participar y desarrollar estas actividades se encuentra muy
contenida, fruto de los obstáculos puestos en la carrera académica del investigador
que se desvíe de los supuestos neoclásicos fundamentales, ya que éstos son los
cimientos de la ciencia económica que se imparte en las universidades, que se
publica en las revistas de mayor prestigio, la que recibe fondos de la
investigación más cuantiosos, y que gana los premios más prestigiosos.
Todo lo mencionado aquí
sería un resultado coherente si este predominio de la ortodoxia fuese un
reflejo de la superioridad de estas ideas, consecuencia de un proceso de debate
continuo con el resto de corrientes alternativas, pero lamentablemente, no es
así. Si bien, no es raro ver a premios Nobel criticar duramente las ideas y
políticas que se derivan del uso de este enfoque neoclásico, tan adecuado y
favorable a propuestas que propagan el libre mercado a todos los ámbitos de
nuestra sociedad; solo se pueden permitir esta deserción al haber alcanzado la
cima de la profesión. Este desvío a posteriori no pondría en peligro sus
posibilidades en el mundo académico. En ocasiones, estas denuncias se dirigen
incluso a ciertas nociones que ellos mismos han ayudado a construir y que se
han asimilado como hipótesis auxiliares dentro del paradigma neoclásico, funcionando
como una especie de “amaño” del núcleo, a fin de generar resultados que apoyan
el status quo; y que da a la corriente principal la sensación de evolución y
cambio, pero que no son más que desarrollos que sirven para oscurecer aún más
el análisis. Esta apreciación es algo que ya comentase hace justamente cien
años Rosa Luxemburgo al comienzo de su obra más leída, Introducción a la
Economía Política: “La economía política
es una ciencia extraña”; y lo es porque al enfocar su objeto de estudio a
una cuestión tan compleja y de tan fuertes connotaciones políticas, en una
realidad social estratificada, hay un interés de la élite político-económica
que ostenta el poder en que los desarrollos permitidos lo sean para oscurecer
los argumentos y el entendimiento del funcionamiento del sistema capitalista;
es decir, que la economía neoclásica se
construye, no para explicar las causas y problemas que van surgiendo y son
observados en el plano real, sino para ocultarlos bajo óptimos y equilibrios
macroeconómicos surgidos del comportamiento hiper-racional de un agente
individual estándar, con el fin de mantener un único orden posible, el que los
de arriba diseñan para el resto de habitantes.
Existe una
división muy útil que separa a los economistas en dos amplios grupos: el
mainstream o corriente principal y los disidentes (“dissenters”). Éste último
grupo puede a su vez ser subdividido también en otros dos grupos: los
disidentes ortodoxos y los disidentes heterodoxos. Algunos de los disidentes
ortodoxos son Robert Shiller, Richard Taler, Dani Rodrick, George Akerlof, Paul
Krugman, Joseph Stiglitz y Oliver Williamson, entre otros. Pero a pesar de sus
(en ocasiones) severas críticas al mainstream, no se separan de la economía
neoclásica, ellos tan solo desean mejorarla, cambiar algunas ideas auxiliares
del modelo que a corto plazo impiden un correcto ajuste, lo que permitiría relajar
sus restrictivos supuestos y asociar una explicación a los problemas
observados, pero admitiendo que este ajuste se realiza efectivamente en el
largo plazo.
En el lado de
los heterodoxos se incluyen la economía postkeynesiana, marxista, radical,
regulacionista, estructuralistas, circuitistas, institucionalistas, schumpeterianos,
economía antiutilitarista, economía
feminista, economía ecológica, socioeconomía, evolucionistas, y otros. Los
economistas heterodoxos forman una comunidad estrecha, con ciertos lazos
teóricos e institucionales entre miembros de varias de las escuelas. Las etiquetas pueden ser
útiles, pero también confusas, ya que muchos autores que trabajan en la
frontera de varias de estas escuelas pueden adherirse a varias de ellas, en
función de las preguntas a las que esté intentando responder con una
determinada investigación. En todo caso, su uso parece inevitable dada la
considerable variación entre los grupos de los economistas y sus ideas. Con
esto no quiero sugerir que cada uno de estos enfoques trabaja con componentes
aislados de la sociedad o de la economía, ya que como ciencia social se ocupa
de un todo interrelacionado; sino que la concepción atribuida a cada una de las
diversas tradiciones heterodoxas debe verse como un acercamiento a la misma
totalidad pero para un conjunto distinto de preocupaciones, lo cual motiva
diferentes preguntas.
La heterodoxia muy
habitualmente es rechazada y simplificada a una mera oposición a la ortodoxia, como
hacen los economistas neoclásicos para ignorar estos sistemas teóricos
alternativos. Una distinción no rigurosa entre los programas de investigación
heterodoxos y ortodoxos es la siguiente:
Supuestos
|
Escuelas
Heterodoxas
|
Escuelas
Ortodoxas
|
Epistemología/ontología
|
Realismo
|
Instrumentalismo
|
Método
|
Holismo,
organicismo
|
Individualismo,
atomismo
|
Racionalidad
|
Racionalidad
limitada, satisfacción del agente
|
Hiper-racionalidad,
agente optimizador
|
Núcleo
económico
|
Producción,
crecimiento
|
Intercambio,
asignación, escasez
|
Núcleo
político
|
Mercados
regulados
|
Mercados
sin restricciones
|
Se
puede hacer una ampliación de los elementos en común que presentan, en distinto
grado según la problemática que traten, las diversas escuelas heterodoxas. Entre
ellos pueden identificarse la preocupación fundamental de la incertidumbre en
la toma de decisiones, la importancia del tiempo, las instituciones y la
historia, y el rechazo a un reduccionismo metodológico que implica que los
métodos matemáticos son siempre y en todo lugar los apropiados, recordando que
éstos son una herramienta más, adoptando una perspectiva metodológica
pluralista. Debido al conjunto de estas características, se hace evidente que
la división micro/macro de la economía ortodoxa es inadecuada, y que la
explicación a los fenómenos macroeconómicos no descansa en un análisis agregado
de la conducta individual, tomando relevancia en estos enfoques el análisis macroeconómico
sobre el microeconómico, a la inversa del tratamiento convencional.
Pero,
con tantos contrastes entre corrientes rivales y el boicot desde el cual
reafirma su programa de investigación la economía neoclásica, ¿se puede hablar
de ciencia económica? En un terreno en el cual las ideas aceptadas socialmente
y amplificadas a través de los medios e instituciones oficiales tienen unas
implicaciones tan decisivas, la lucha por el desarrollo de la disciplina como
ciencia se antoja primordial, y la oportunidad surgida del cuestionamiento de
la economía neoclásica por la ineficacia de sus soluciones no debe dejarse
pasar. Desde diversas universidades de todo el mundo los estudiantes han hecho sonar
el cuerno de batalla haciendo un llamamiento al momento histórico que nos ha
tocado vivir, pero los receptores del mensaje en su mayoría parecen cómodos
haciéndose los sordos y continuando con su tarea. Quienes llevan décadas
fomentando y trabajando en la periferia académica, son conscientes de que es la
hora de asaltar su fortaleza, no somos seres programados por máquinas en una
sociedad determinista, que no nos despojen de nuestro libre albedrío, reclamemos
nuestra condición humana y llevemos el mundo real a las aulas de economía.
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