La tan cacareada mano invisible de quien muchos consideran el padre de
la Economía
actual, Adam Smith (1723-1790), es la metáfora más popular de la Economía, así como la más
llamativa distorsión que podemos encontrar en la historia del pensamiento.
Asociada a la autorregulación de los mercados, de manera que si las personas
actúan en función de su propio interés, sin proponérselo, guiados por una mano
invisible, lograrían una solución de mercado que es óptima en términos de
Pareto, es decir, nadie podría mejorar su posición de equilibrio sin empeorar
la de otro, es hoy, a grandes rasgos, junto con el concepto de homo economicus,
el núcleo principal del mainstream de la Economía académica, y que lleva a la famosa
consigna política <<laissez faire, laissez passer>> que todo
liberal dogmático lleva por bandera.
Aquí hay dos cuestiones a examinar, ya que la figura de la mano
invisible nos lleva, irremediablemente, hacia el concepto de egoísmo atribuido
como motor de la prosperidad. La referencia a la mano invisible aparece tres
veces en toda la obra de Smith, la última en el libro IV de su principal obra, “La
riqueza de las naciones” (1776). En su libro “La riqueza de las ideas: una
historia del pensamiento económico” que vio la luz por primera vez en italiano
en 2001 (2006 en castellano), Alessandro Roncaglia señala que las tres
referencias a la mano invisible en la obra de Smith no ofrecen evidencias para
sustentar la interpretación actual que se le asocia, como también recalca Gavin
Kennedy en su libro “Adam Smith’s Lost Legacy”, publicado en 2005, donde
denuncia la distorsión de las ideas del economista y filósofo escocés.
Publicado en ese mismo año y traducido en 2011 al castellano, en “El mito de la
mano invisible” Roncaglia se hace eco de una publicación de Gilibert(1998), quien
observa que ni los contemporáneos de Smith ni los estudiosos de su pensamiento
hasta mediados del siglo XX prestaron atención alguna al tema de la mano
invisible, afirmando que el origen de la interpretación actual se encuentra en
George Stigler, Nobel de Economía en 1982, que en 1951 publicó un articulo
sobre la división de trabajo donde reconstruía las ideas de Smith, que luego
serían tomadas por Arrow y Debrew tras desarrollar su teoría axiomática general
del equilibrio económico, dándole el derecho a la teoría moderna a ser vista
así como la coronación del diseño cultural smithiano.
El segundo punto, sacado del frecuentemente citado ejemplo sobre el carnicero,
el cervecero y el panadero, y el papel mutuamente beneficioso del comercio
movido por su interés privado, se basa en Smith en un doble supuesto: la
idea de que cada persona conoce mejor que cualquier otra sus propios intereses,
y otro que ha quedado enterrado por la influencia central del utilitarismo en
la visión del homo economicus de la teoría neoclásica, que es el principio
moral de la “simpatía”, expuesto en su obra “Teoría de los sentimientos
morales” (1759). Siguiendo a Roncaglia (2006) la distinción del interés privado
e interés público se convierte en un conflicto irreconciliable solo si el
interés privado se interpreta de modo restrictivo, como egoísmo más que como
interés personal, implicando el último la atención a los propios intereses
moderados por el reconocimiento o simpatía de los intereses de los demás.
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